martes, 17 de marzo de 2015

La mirada del adiós (O cómo poner un titulo agridulce a una historia de risas y llantos, de anhelos, esperanzas y despedidas, de gratitud y deuda, de denuncia y ruego, sin que quede demasiado largo y no perdamos la oportunidad de que tú nos leas. Tú que siempre has estado leyendo estas líneas y que tanto nos has acompañado)





Ayer conocimos a una persona que le gustaba pensar que podía cambiar el mundo. Esa persona llevaba un tiempo recaudando fondos y haciendo campañas y acciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de los migrantes en tránsito por México. Una de tantas. Menos de las que se necesitaría y más de las que hace un tiempo nosotros pensábamos que habría. Esa persona vivía con pocas prioridades. Y sin duda, la más importante era esa: Dedicar todo su esfuerzo y dedicación a esta causa. ¿Nos podemos imaginar alguno de nosotros teniendo una vida que gira en torno a esta causa casi exclusivamente? Quizás le hemos dedicado un largo tiempo de nuestras vidas, pero la realidad de mucha gente a la que hemos conocido por aquí nos hace plantearnos muchas cosas. Al indicarle con mucho interés e humildad que quería que me contara qué y cómo hacía todo en su vida, por qué dedicaba todo a este tema, no supo qué responderme. No es un caso aislado, pero tampoco es lo común. Defender algo sin esperar nada a cambio. Hacer todo lo que está en tu mano y más, y no querer si quiera que se hable de ti.




Hace poco hemos conocido a un nigeriano que ha aparecido por el Albergue. Un migrante, no un voluntario. Un nigeriano en tránsito por México. Esos casos que te sorprenden y que no te acostumbras a ver porque te parecen extrañísimos. Aparte de él, hemos visto a un bangleshí (¿Se les llama así a los de Bangladesh?), varios haitianos, e infinidad de cubanos. Procedencias que no son las habituales y que rozan lo impensable en el camino que estamos. La historia del nigeriano daría para escribir varias entradas aquí. Pero lo mejor de él, o lo mejor con él, han sido las risas. Lo que nos ha hecho reír sin proponérselo y lo que nos ha querido enseñar sin que mostremos ningún interés (más bien al contrario): Uno de cada cinco negros en el mundo es nigeriano. Esto es tan así como que lo dice él. Igual que nos afirma sin ningún rubor que Franco era un gran tipo. Así, sin anestesia. Franco hizo mucho bien por África y por España. Llenó África de iglesias. Hizo mucho bien porque sin Franco España ahora no sería un país católico. Y los católicos son mejores personas que los demás. En todos los sitios hay buena y mala gente, pero Franco era muy buena gente y consiguió que España estuviera llena de mejores personas. Porque en España había mucho malo. Probablemente los razonamientos son más largos y haya más conclusiones, pero es lo único que acepté oír con una media sonrisa mientras trataba de zafarme de un nigeriano fornido de casi dos metros que trataba de contarme todo esto y más, en inglés, sin entender que si yo tiraba hacia un lado mientras él me agarraba del brazo y tiraba hacia otro, quizás quisiera decir que no me interesaba demasiado. Momentos después de zafarme de él, y ya con mi integridad mental (y física) a salvo, sopesé todas estas reflexiones que tuvo a bien compartir para archivarlas en algún sitio extraño y dejarlas por aquí no fuera a ser que mi nivel de inglés no hubiera dado lo suficiente y lo que él quisiera decir es que hay tanta la gente católica como de otras religiones o no creyentes buenas, que la moneda de curso legal en Francia antes del Euro era el Franco y que no debía sentirme intimidado por su majestuosa e imponente presencia física (la del nigeriano, no la de Franco, que si mal no tengo entendido era un señor bajito y más bien poca cosa).

Quizás sólo sean cosas de la difícil comunicación cuando los diversos idiomas y acentos te hacen ver que a veces no es tan fácil. Como me pasó con el bangladeseño (¿Se les llama así a los de Bangladesh?) que hablaba un inglés infinitamente peor al mío (ya es decir) y se comunicaba casi exclusivamente con alguno de nosotros y con dos haitianos que sólo hablaban en francés. Por supuesto, con él sabiendo tanto francés como yo serbocroata... Pero estaban las sonrisas. Siempre están las sonrisas. Y la del bangladesano (¿Se les llama así a los de Bangladesh?) era genial, como la de Apu el del Badulake del los Simpsons, aunque se empeñara en convencerme de que Apu era hindú y él era bangadesino (¿Se les llama así a los de Bangladesh?). Una risa contagiosa, como la del nigeriano. Aunque la del nigeriano era, como todo él, grandiosa e inmensa. 



No vamos pronto. Oficialmente nuestro proyecto ya ha terminado. Los momentos de lágrimas están a la orden del día esta semana en la que ya simplemente estamos recogiendo y atando los últimos flecos. Pero llevamos mucho tiempo llorando. Más o menos literalmente. Te puedes llegar a endurecer y casi insensibilizar con muchas cosas que ves por aquí, pero después de más de un año, entre unas fases y otras del proyecto, no hemos conseguido ser esas rocas frías que pueden con todo lo que se encuentran sin que les afecte. Por eso hemos desarrollado una gran capacidad de acumulación de bellos momentos, de gestión de risas y bromas, de relativización de la desgracia, empujados por los propios protagonistas de las mismas. Y en este, el más que probable último relato de lo acaecido aquí en Ixtepec, queremos primar esas risas, esos buenos momentos, por encima de cualquier llanto que ya es imposible de eliminar de esta mirada del adiós.

Nos reímos mucho con los cubanos. Mucho. A pesar de que lo vienen pasando fatal. Hay historias tremendas de balsas cubanas que tratan de llegar a la península del Yucatán y con alguna racha de aire, muy habitual en todos los casos, acaban en Colombia, Venezuela... Y los más “afortunados” en Panamá o Nicaragua. Viajes con un tiempo determinado que se convierten en odiseas de semanas sin comida ni agua, con casos durísimos de algunas mujeres embarazadas hasta de seis meses. Pero llegan ilusionados. Con la sonrisa y el buen ánimo por delante. Algunos suben desde Ecuador. Es un país al que pueden volar y creen que desde allí todo es sencillo. Pero les queda cruzar toda Centroamérica. Y después, lo peor de todo: México. Aquí un cubano es un premio gordo para las mafias y para los corruptos agentes migratorios. Son retenidos en estaciones migratorias y amenazados porque todo el mundo sabe que son un caso especial: Si alguien de la isla llega a Estados Unidos, por aquello de las leyes del gran hermano gringo, ya no tiene ningún problema, por lo que se supone que tienen familiares y una importante red de apoyo ya establecidas en suelo yanky. Y eso suele sugerir que tienen dinero o que pueden ser ayudados con facilidad. La realidad es muy diferente. Los cubanos sufren en el camino por todos lados. Las extorsiones por parte de todos los agentes que actúan en este drama humano, los chantajes cuando son recluidos en las estaciones migratorias y la desconfianza y el recelo de demás migrantes porque no los consideran de “los suyos” y temen que sean chivatos o actúen en su contra por aquello de que su realidad es muy diferente. En los últimos tiempos se suceden las llegadas al Albergue de grupos de cubanos. Suelen ser rescatados de estaciones migratorias desde las que piden auxilio por las vejaciones y extorsiones que allí sufren y ser “adopados” y tutorizados haciéndose responsable de ellos ,se ha convertido en una tarea más de las múltiples que tiene el Padre Solalinde.



 

Ese Padre que te hace reír a la menor oportunidad. Esa persona que a pesar de vivir en permanente peligro, con dos federales a su custodia, no para de correr y seguir yendo a todos los sitios donde se le demande y pueda hacer algo bueno. Para rematar su puesta en la picota y por si no tuviera suficientes enemigos y amenazas, ahora trabaja en la Comisión de la Verdad para esclarecer crímenes políticos cometidos en el Estado de Oaxaca que llevan mucho tiempo ocultos y enterrados por falta de voluntad política y de interés, y se ha convertido en una de las voces más críticas y uno de los dedos acusadores más cualificados contra el gobierno mexicano en el tema de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. 6 meses ha pasado ya de ello y cuesta encontrar a alguien en México que no esté plenamente convencida de que fue un crimen de estado. Pues este hombre sonríe y hace sonreír. Explica por qué está metido de lleno en la creación de una Asamblea Ciudadana Constituyente que reformule y refunde este país, y nos quiere y apoya a todos y todas porque, las y los que por aquí pasamos y hacemos algo en este albergue, somos y actuamos, según sus palabras, como una secta punk.

Pero una secta constructiva, de personas libres y comprometidas. No como aquella de la que escapó un hondureño tras salir de la cárcel perdido. A una cárcel que fue por cometer un error escapando de la Mara Salvatrucha. Una cárcel con la que no se puede bromear nunca. Con la cárcel no. Nunca. Aunque la relación habitual que tenemos con él, como tiene él con casi todo el mundo, es bromear y reírnos de cualquier cosa, constantemente. Sin ser capaces de intercambiar más de dos o tres frases sin que aparezca un chiste o un albur que nos haga reír. 


 

Albures continuos. Ha sido la forma de relacionarnos con muchos por aquí. Inevitablemente. Como los de una salvadoreña que no para de pedirme que la lleve a la playa a pasear desnudos, que la traiga a España o que me case con ella sólo por los papeles. Pero sin sexo, sólo casarnos por interés. Porque al rato ya no le interesa el sexo. Y cada cierto momento encuentra algún candidato más oportuno. “¿Sabes?, ya he decidido que ya no me quiero casar contigo. Ahora tengo a otro.” Risas. Estridentes a veces. La oye todo el albergue. Y la gran mayoría huye de ella. Es difícil de tratar porque también tiene sus momentos agresivos, sus caídas en la tristeza, sus comportamientos erráticos siempre paseando sobre sus pies descalzos por muchos zapatos que se le hayan dado. Doné mi libro “El Párpadodel Puercoespín” a la biblioteca del Albergue la primera vez que me fui. Ella lo destrozó hace poco. No le he hablado con ella ni seguramente sepa qué libro era ni por qué. Lo hace con muchos libros. Aunque esto sea anecdótico. En los últimos tiempos va a mejor. Tras diagnosticarle esquizofrenia está trabajando con psicólogos habitualmente y está más tranquila. Pero sigue haciendo reír a muchos. A pesar que de una mujer como ella, que creció teniendo que disparar con morteros a helicópteros en la guerra de El Salvador, que tuvo que organizar guerrillas de mujeres y sobrevivir a masacres y exterminios, matar y torturar, lo último que esperas es que se ría o que te haga reír. Risas agridulces a menudo. Pero risas si no lo piensas demasiado. Y una risa puede mover el mundo.

Como el mundo de uno de mis mejores cuates aquí. Alguien que en la intimidad que te da muchas horas de convivencia, me contó qué le había llevado al Albergue y por qué para él era tan importante y vital estar allí: Todo empezó con unas risas. Como casi todas las bonitas historias. Conoció una chica. Otra salvadoreña. Intimaron con rapidez y pasaron una noche eterna conversando alrededor de unas botellas. Hace tiempo de ello. En otro lugar. Quizás la conversación nocturna más larga e intensa que nunca tuvo. Como dos personas que se encuentran y conectan en la noche de México DF o de cualquier otra parte del mundo. Pero la conexión y la fascinación por ella se convirtió en compromiso personal y en necesidad vital por hacer algo. Este cuate escuchó con horror toda la historia de alguien que salió de su país por la violencia. Que emprendió un camino pasando por todo tipo de vejaciones. Una mujer que encontró el amor y que creyó que todo el mundo cambiaba por fin para ella. Que ayudó a la persona de la que se enamoró a cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos aunque al final la traicionara y volviera a encontrarse perdida y en peligro. Que pasó por muchas terribles circunstancias más hasta conseguir llegar, a petición de su amor, a Los Ángeles (California), para allí recibir la estocada de gracia cuando éste le volvió a traicionar denunciándola a inmigración cuando se volvió a aprovechar de ella y la hizo volver a su lado, como a tantas otras, para acabar deportada de nuevo de la peor de las maneras. Esta historia que cambió la historia de mi cuate. Que sintiera en ese momento que tenía que hacer algo y ese algo le trajo aquí. Ahora es pieza fundamental en el Albergue. Su experiencia catártica está sirviendo para que cambie la vida de muchas personas. Porque de una noche de conversación y risas agridulces surgió algo que está salvando algunas noches de terror de mucha gente.




Nos vamos. Nos queda la mirada del adiós. Pero en esa mirada esperamos, sin ver, que todas las risas y llantos, hayan servido para cambiar un poco, la vida de mucha gente que tanto nos hizo, hace, y nos hará reír y llorar.





B.S.O.: "La mirada del adiós" (Los Rodríguez)

viernes, 20 de febrero de 2015

Historia de una foto (Volumen 6)




“No soy nada. 
Nunca seré nada. 
No puedo querer ser nada. 
Aparte de esto, 
tengo en mí todos los sueños del mundo.” 
(Fernando Pessoa)




Esta foto tiene una historia. Lo pensé la primera vez que la vi. Llegados a este punto no voy a andarme con modestias raras para las tres o cuatro que leéis esto: Le dije a Dani que la hiciera porque algo me decía que en esta foto había una historia. O sea que se podría decir que esta foto tiene una historia desde tiempo antes de existir.

Ha pasado algún tiempo y no recuerdo bien quién era esa mujer que llevaba a su hijo de la mano caminando por las vías. Pero desde entonces he hablado con muchas madres similares. Muchas madres que con coraje agarraron a su hijo que apenas estaba aprendiendo a andar para emprender juntos un camino que no está hecho para que nadie lo camine. Sepa o no.

- ¿Sabes qué pasa en los pies cuando las ampollas se revientan y tienes que seguir caminando? ¿Te imaginas lo que puede llegar a doler eso?

Me dijo una madre mientras descansaba con los pies descalzos y subidos en alto sin que yo pudiera mirar porque sólo verlos me producía a mí dolor. La fe mueve montañas. Pero subir la montaña duele. Por mucha fe que tengas.

- ¿Soy yo la única que tiene la sensación de que el mundo va demasiado lento?

No sabía qué responder. Si ni tan siquiera podía mirarle los pies, evidentemente no encontraba ninguna palabra que pudiera responder a preguntas que, aunque parecía que me las hacía a mí, bien se podría pensar que eran retóricas. En su mente siempre pensaba que le quedaban muchos sitios donde ir. Sobre todo, que todavía existía ESE sitio donde ir. Y así tiraba su vida a la basura pensando que no estaba en el lugar adecuado y que todo, tarde o temprano, llegaría. Más bien, que tarde o temprano llegaría a ESE sitio que su interior le decía que estaba esperándola. Sobre todo porque ya no podía volver nunca a AQUEL sitio que dejó atrás.

- Siempre he deseado tener un pasado pluscuamperfecto, pero ya no tiene remedio, pensé yo para mis adentros mientras ella me hablaba sólo de futuro, sin nombrar nada de lo que dejaba atrás.
Me pareció oír por la megafonía del albergue algo de música en ese instante. Quizás fuera desde la cocina donde los que allí trabajan dulcifican su labor acompañando el rato con estridentes canciones de esas que no puedo reproducir aquí por pudor. Y porque la mitad no las conozco, todo hay que decirlo. Seguramente no oí nada realmente, pero si me llegó a la cabeza un tango. Y tangos no se escuchan en el albergue aunque haya para escribir muchos. Ese sí lo reconocí. Era “La última”: 


“No me importa tu pasado ni soy quién para juzgarte
porque anduve a los sopapos con la vida yo también.
Además hay un motivo para quererte y cuidarte:
se adivina con mirarte que no te han querido bien.”


Su hijo miró un charco que había en frente de donde estábamos. Después de un rato, como todo niño (hay cosas que los niños siempre tienen en común, sean del país que sean, y vivan lo que vivan) se lanzó a juguetear en el charco. Tras una primera reprimenda de la madre, esperó a la segunda para, con una sonrisa pícara de pillo al que han visto hacer una travesura pero no se arrepiente, dejar de saltar y volver con nosotros. Me miró alegre y le dije que tuviera cuidado que se podía caer.

- ¿Dónde?
- En el charco, le dije con seguridad.
- Es muy chiquito, razonó con evidente razón.

La madre se quedó pensativa y me sonrió. Después me miró con cara de querer hacerme una pregunta. Y la hizo. Vaya si la hizo:

- ¿Hay tierra debajo de la tierra? Debajo de la tierra que pisamos, muy abajo, ¿Hay tierra? Todas las islas, países, pedazos de tierra, ¿Están enganchados a algo o flotan sobre el agua unidas unas a otras? ¿Si buceo muchísimo podría encontrar un lugar por donde pasar por debajo de la playa donde me he metido y salir por otro lado que no tenga nada que ver? Hay islas muy chiquitas que quizás se puedan cruzar por debajo, buceando, ¿Se puede? ¿O la Tierra es compacta, pero con grietas que se ha llenado de agua?

Un mosquito me picó en ese momento. Literalmente. Me di un tortazo de manera torpe en la pantorrilla izquierda cuando sentí el picotazo pero, como es lógico, ya no había remedio. Aproveché para cambiar de tema.

- Están otra vez rabiosos los zancudos...
- Sí. Pero a los weritos de fuera. A nosotros no nos molestan mucho.
- Será la sangre.
- Lo peor es por la noche...
- Por la noche son terribles. Ahí es donde reinan. El mosquito lo peor que tiene es que te hace más por su presencia que por sí mismo. No dormir, golpes, taparte hasta las cejas…
- Dibujo tiritas que me curan las heridas, me dijo en otro cambio de tema. Ella también sabía hacerlo.
Recordé que las “curitas” es lo que en España se conoce como “tiritas”. Para el corazón partío también valdrán, supongo. El caso es que no me atreví a preguntar dónde iban o cuánto tiempo estaría por acá. No sabía muy bien cómo seguir la conversación. Todo lo que me contaba indicaba que, lejos de estar resentida con la vida que le había tocado en suerte, se culpabilizaba de todo y sólo tenía una prioridad que era su hijo y lo que le pudiera pasar en un futuro más o menos cercano. 
Le quise decir muchas cosas. Pero no tuve valor. Sobre todo, que no era mala. Sólo pensé que le habían trasplantado el corazón de Bette Davis. Y Bette Davis no se adaptaba bien a nuestros días. Aunque sabía amar. Joder sí sabía amar. Una persona que ama como Bette Davis no puede ser mala nunca.
Dijo alguna palabra que no llegué a descifrar. Yo le contesté con una de mis palabras preferidas aprendidas en México y con la que quería transmitirle algo más que la mera palabra: Apapachar. Viene del náhuatl apapachoa: Acariciar con el alma.

Hoy realmente no tengo una historia que contarles.

Ya me perdonarán...


(Muchos apapachos para todas y todos.)


lunes, 26 de enero de 2015

Me he afeitado la cabeza





Me he afeitado la cabeza. Si mi madre no estuviera muerta, la mataría de la impresión. Al final he tenido valor. Años planteándomelo y en el momento más inesperado lo he conseguido. Me he afeitado la cabeza. Atrás quedan mis rizos rubios. ¡Dios! Si esto lo hubiera hecho cuando iba al colegio me hubiera ahorrado pasar a la historia como ricitos de oro. Y no detestaría los ositos por los que constantemente me preguntaban. Es curioso cómo creo afectos y desapegos. No me gusta casi ningún animal en especial. No tengo preferencia por ninguno, pero odio los osos. Estoy convencida de que los odio por el cuentito de marras. Si hubiera nacido morena no odiaría los osos. Aunque si hubiera nacido morena también sería todo hoy muy diferente. Las rubias no somos iguales que las morenas. No me refiero a la inteligencia ni a polladas de ese estilo, me refiero a la apariencia. Ya está bien de vender la corrección política elevada a la máxima potencia en forma de “Todos somos iguales”. No somos todos iguales. De momento, yo no soy parte de todos, de momento estamos todos, estamos todas, estáis todas, estáis todos, están todas… No me vengan con que el físico no es importante. El físico es importantísimo. Tu vida se ve muy lastrada (o impulsada por el contrario) por tener un físico determinado. No hablo de razas, aunque también. Hablo de tamaño, grosores... No miramos igual ni siquiera a nuestra madre si tiene una gran verruga en la punta de la nariz. Y quien diga lo contrario, miente. No soy superficial, más bien todo lo contrario, pero no puedo despreciar la importancia del envoltorio. Puedes regalarle a alguien la última obra maestra del cine en dvd y lo único que la diferencia de que se la copies pirateándola es el envoltorio. Prueba a regalar una mierda de plástico envuelta en un precioso papel de regalo. No soy superficial y me he afeitado la cabeza. Y no ha sido por estética, aunque sea lo que más me va a afectar en unos días. Ha sido un paso hacia adelante. No sé hacia dónde, pero hacia adelante, seguro.
He hablado con uno de mis amigos españoles aquí en Ixtepec y me ha comentado que los designios del Islam indican que a la mujer no le está permitido afeitarse la cabeza. A diferencia de al hombre. Otra cosa más que aleja la religión de las personas. Mi párroco allá en El Salvador siempre se ha sabido que andaba con las maras. Algunos lo interpretan como un acto de caridad cristiana. Pero yo no podía soportar ver a quién mató a mi hijo comulgando en el mismo sitio que lo hacía yo. No sé si me reconocerá con la cabeza afeitada, como lo hizo aquel día. Seguramente el ser rubia no me haya ayudado a pasar inadvertida por sitios donde los cabellos claros son casi exclusividad de los extranjeros.
Ya casi no sueño con lo que pasó. Y digo casi, porque no me ataca todas las noches en forma de pesadilla terrible. Cuando vives algo así no hay manera de quitártelo de la cabeza nunca. Quizás no quiera quitármelo inconscientemente. Seguramente sea gasolina para seguir adelante. Tenerlo ahí. Siempre presente. Aunque esté ausente todo por lo que luchar y caminar. Sólo me tengo a mí misma, pero caminaré y lucharé mientras pueda por el recuerdo de los que me hacían luchar por ellos simplemente al ver sus miradas. Ahora me han contado que lo de afeitarme la cabeza tiene muchos significados en el mundo de los sueños. Verse en un sueño con la cabeza afeitada y en invierno, señala pesadumbre y aflicciones o enfermedades. Afeitarse donde no corresponde es un mal presagio. Al menos yo lo he hecho en la realidad y con un poco de calor. Una cabeza afeitada en un sueño también representa cumplir una promesa; es asimismo una seguridad ante un peligro; cortarse el pelo en viaje de peregrinación es pagar una deuda o un triunfo. Específicamente, si una mujer sueña que se ha afeitado la cabeza se traduce por mala reputación, pero si lo hace como una promesa es un buen augurio. No lo sé. Ni me prometo ni sueño nada ya. Sólo me he afeitado la cabeza. También se indica que si en el sueño se es invitada por alguien a cortarse el cabello, significa que su marido tiene otra mujer en secreto y que la obtuvo por la intermediación de esa persona que te invita, que será con quien tendrás el disgusto. Mi marido tenía otras mujeres. Creía que era en secreto. Pero eso da igual ya. Dicen que ver en sueños a una mujer con la cabeza afeitada indica divorcio, muerte, separación... Yo quiero verme todos los días cuando me mire al espejo, me da igual lo que significaría si en lugar de cada mañana fuera cada noche al dormir. Me gustaría que mi marido, pese a todo volviera a soñar. Volviera a soñar conmigo ahorita mismo. Porque cuando un hombre sueña que la melena de su esposa está cortada en forma no habitual, es signo de que no le dará hijos jamás. Porque si no le doy hijos, no volveré a perderlos. No volverán a arrebatárnoslos jamás. 



Otro de los españoles me comenta que fueron los romanos los que introdujeron la costumbre de rasurar completamente la cabeza como símbolo de humillación, especialmente en las mujeres que mantenían relaciones amorosas con el enemigo. Yo ya no tengo enemigos porque no quiero malgastar unas fuerzas que voy a necesitar en el camino en odiar a nadie. Tampoco sé quiénes eran los romanos ni creo que pueda sufrir más humillaciones ya en mi vida. Cuando se ha perdido todo, de lo que menos te preocupas es de la dignidad. Porque la dignidad más grande que tienes es levantarte cada día y seguir adelante. Y continuar persiguiendo un sueño. Aunque parezca una pesadilla. Durante el reinado del faraón Akenaton, la reina Nefertiti puso de moda el "estilo nubiano' que dictaba que todas las mujeres se afeitaran la cabeza completamente. Yo no quiero parecerme a todas las mujeres. Yo sólo quiero saber que soy una mujer que tiene fuerzas para seguir adelante.
Por eso, o por todo lo contrario, me he afeitado la cabeza...





lunes, 5 de enero de 2015

La carta de la niña que no tenía regalo de reyes

6 de Enero de 2015,Ciudad Ixtepec,Oaxaca.





“Queridos Reyes Magos:
Una vez más habéis pasado de largo y no os habéis acordado de mí. Yo que tan bien me he portado este año, que he hecho cosas que no logré nunca ni imaginar que podría llegar a siquiera intentar, que he cruzado el Océano varias veces para venir acá a aportar un poco de lo que tengo a algunos que no tienen nada, me quedo otro año más sin regalo. Porque no os acordáis de mí, ni siquiera este año, que no sé si soy mejor o peor niña que en los años anteriores cuando en el calor de mi hogar familiar despertaba aquellas mañanas de reyes con una ilusión que se me salía del pecho corriendo al árbol de navidad para ver qué me habíais dejado. Y todos los años era feliz, porque todas esas mañanas de reyes encontraba lo que os había pedido o algo similar, que me llenaba de felicidad para unos buenos días.
Mi mamá y mi papá me enseñaron que tenía que ser una niña buena todo el año, obedecerles y portarme bien para que luego vosotros, mis queridos Reyes Magos, me trajerais muchos y buenos regalos. Yo, como toda niña, disimulaba portarme bien y obedecer en todo, aunque como es habitual, mala no era, pero sólo cumplía cuando se acercaba la fecha de vuestra venida. Este año creo que he sido buena, pero no habéis cumplido con vuestra parte. Estoy lejos de mi familia y no hay nadie que me consuele por vuestro abandono. Cuando más os he necesitado.
Y es la primera vez que no he pedido para mí. Quizás me esté haciendo mayor y haya olvidado mis deseos de más y más Barbies, o todas esas cosas que me solíais regalar.
Hoy habéis pasado de largo pero no voy a ser hipócrita. No voy a decir que soy una niña ta buena que no pido para mí sino para todas las personas que hay por aquí en el camino a Estados Unidos, en la huida de sus países de origen o persiguiendo algún sueño que les despierte de la pesadilla en la que viven. No. Sé que no os costaría mucho pero debería pedírselo a quien tiene que hacerlo, a un mundo que mira hacia otro lado, aferrado fuerte a los últimos regalos y dando la espalda a aquellos que no tienen nada. No, pido para mí y para el resto de mis compañeros de los que habéis olvidado los regalos por no estar en casa con nuestras familias. Os pido algunas cosas muy sencillas, sobre todo para gente como vosotros que sois magos:  




Que no volvamos a tener la angustia que hemos pasado estos días cuando a uno de nuestros más queridos migrantes, con una situación familiar que le obligaba a tener que cruzar la frontera norte, sí o sí, es secuestrado y pasa nochevieja, año nuevo y algún día más, recluido con diecinueve personas más a la espera de que alguien pague su rescate.
Que nunca volvamos a tener la responsabilidad de tener que responder a un coyote que exige el pago de un trabajo que no ha hecho y de unos secuestradores que exigen más y de peor manera.
Que no veamos cómo ciertos teléfonos empiezan a dar pavor cada vez que suenan con llamadas entrantes porque sabemos que esos llamantes no identificados son personajes que no quieren nada bueno y sólo quieren amenazar con la idea de que alguien les responda por aquellos que tienen retenidos.
Que no sospechemos que quien nos elimina del facebook es alguien que necesita desaparecer y borrar cualquier vínculo para evitar todo problema relacionado con el tema.
Que no miremos a nuestro alrededor y seamos tan conscientes de que no nos podemos fiar de nadie,   ya sean personas aparentemente anónimas, funcionarios o cuerpos de seguridad.
Que la impotencia y la rabia no nos agarre el cuello tan fuerte.
Que no dudemos que el mundo puede ser un lugar mejor por el que merece la pena luchar.

Y, sobre todo, que perseguir los sueños, sean cuales sean, no suponga llevar a cuesta una vida de pesadilla tan insoportable...

Atenta y respetuosamente,
La niña que no tenía regalo de reyes.”









PD: La niña que no tenía regalo de reyes se puede llamar Dani, Luis, o Fer; Borja o Inma; o incluso Alejandro. Quizás se llame como muchas de las personas que no han estado en sus lugares de origen acompañadas por los suyos que hemos conocido y conoceremos por aquí y han aprendido que el mejor regalo de reyes que pueden esperar no se encuentra bajo el árbol de navidad de su casa. Se encuentra en la esperanza de encontrar motivos para seguir luchando y en la certeza de creer que otro mundo es posible.

martes, 2 de diciembre de 2014

Que nada cambie para que todo sea diferente o que todo sea igual para que todo cambie.




Esta es quizás la historia menos historia que vamos a contar. Es posible que no llegue a algun@s que queréis saber y os preocupáis por lo que hacemos aquí en México. Probablemente no sirva de mucho pero es necesaria. Porque es una de las historias más reales, que menos tiene que ver con el Albergue, y que más tiene que ver con nosotros. O quizás todo lo contrario.

Ya ha pasado un año. Entre unas cosas y otras, alguna ida y venida, otras llegadas y despedidas, más bienvenidas y partidas, llevamos un año intentando hacer algo bueno por aquí. El mundo gira con nosotros dentro pero, como ya hemos contado muchas veces, aquí las cosas tienen otra velocidad. Ni mejor ni peor, sólo diferente. Hemos cambiado mucho en este tiempo. Tanto los que iniciamos esto, pasando por los que lo siguieron hasta los que ahora estamos para concluirlo, donde ha habido algún que otro cambio de cromos, como los que seguimos en el proceso que inevitablemente ya no somos los mismos dentro de nosotros.



Alguien dijo una vez que la mejor manera de ver cómo has crecido o cómo evolucionas es mirar los cambios a tu alrededor. Como siempre, no sé si esto lo dijo alguien importante o se me acaba de ocurrir y digo que lo dijo alguien para que quede más solemne y tenga más verosimilitud. En cualquier caso, hace un rato que acabamos de recibir a l@s participantes de la X Caravana de Madres Centroamericanas que siguen por México dando una lección de dignidad y lucha buscando a sus desaparecid@s. El año pasado vivimos y tuvimos el honor de estar cerca en el paso de la anterior caravana por Ciudad Ixtepec, el Albergue “Hermanos en el Camino” y las cárceles de Juchitán y Tehuantepec. Este año vuelven y entre los miles de sentimientos que nos asaltan con tamaña experiencia, nos da pie para hablar en esta historia (menos historia que nunca) del que menos importancia tiene: Que ha pasado un año.

Hace un año, sobrecogidos por la emoción de lo que vivimos con la llegada de estas madres ejemplo de compromiso, lucha y dignidad, escribimos algo por aquí al respecto:



Hace un año. Éramos otros. En todos los sentidos, como ya hemos dicho antes. Tan extraño todo, como esta historia que cuenta poco y que está escrita en una primera persona del plural que es de vez en cuando sustituida por la del singular. Hemos vivido alegrías y penas. Hemos perdido amigos para siempre y nos hemos reconfortado con los triunfos de otr@s que hemos vivido como propios. Hemos llorado de rabia e impotencia por secuestros o palizas y nos hemos emocionado como infantes recibiendo un regalo el Día de Reyes por momentos en los que los sueños de otr@s se concretaban. Y eso es lo que queremos contar. Sin entrar en detalles. Como todo ha cambiado para seguir igual y como todo es diferente sin haber cambiado.

A día de hoy vivimos un escenario que no contemplábamos hace apenas dos meses. El Plan Frontera Sur puesto en marcha por este fallido desgobierno mexicano con el auspicio de Estados Unidos ha hecho que La Bestia no cabalgue llena de migrantes. El control y las detenciones en el sur hace que la ruta migratoria esté patas arriba y que la llegada de un tren que estremecía antes porque iba acompañada de un millar de personas habitualmente a su llegada a Ciudad Ixtepec se haya convertido para nosotros en algo indiferente porque el tren viene vacío y ya no marca ningún ritmo en el día a día del Albergue y de nuestras prioridades. Ahora l@s migrantes toman otras rutas, andan, agarran combis, y eluden los peligros del tren pero caen en la oscuridad de una ruta cada vez más incierta y plagada de amenazas en forma de bandas criminales y fuerzas de seguridad corruptas sin ningún tipo de control por sitios donde antes no pasaba. Todo cambia para que las cosas sigan igual. O peor.

Pasa el tiempo, un año ya, y nos reencontramos con mucha gente querida. Mucha gente que, a ti que has leído cosas que escribimos por aquí, te sonarán de alguna historia. Y si no te suenan, te animamos a que las recuperes:




Armando está en Ixtepec ahora mismo. Puntualmente. Hoy en día es uno de los responsables de la Casa de Migrantes de Chauites. Una “sucursal” del Albergue “Hermanos en el Camino” que se ha tenido que montar debido al cambio de escenario por la nueva realidad de la migración en México. En este año ha vivido de todo: Huelgas de hambre en lucha por los derechos de sus compañeros y compañeras, ocupaciones pacíficas de edificios de organismos públicos, marchas reivindicativas... Ha pasado de ser ese chico que esperaba unos papeles que deberían haberle dado en un mes y tardaron casi un año, a ser uno de los luchadores más destacados por los derechos de los migrantes en esta zona. Chauites es un lugar que antes no contaba para nada porque el tren no tenía parada allí a convertirse en una zona difícil, delicada y peligrosa, donde llegan gente en casi su totalidad asaltada, donde sufren agresiones por cumplir con su labor y donde hace un mes mataron a dos defensores de los Derechos Humanos por la única razón de ser eso, defensores de los Derechos Humanos. Armando, quizás la persona de la que más me costó contar su historia y la que más ganas tenía él que la contara. Fue en Abril:




Ramón está por el Albergue también. Duda si subir otra vez al Norte o esperar que baje su mujer y sus hijos. Porque Ramón ha tenido otro niño. Un hermanito, nacido hace cuatro meses en los Estados Unidos, para Saray. Aquella que en Enero era la protagonista de un cuento que a algun@ de vosotr@s emocionó e hizo llorar y que quizás nunca le cuente su padre:




Y por último hablaré de alguien con el que me comuniqué mucho estando ya en España, que había subido al Norte y pasó un buen tiempo en el DF. Alguien del que conté su historia pero no desvelé su identidad por seguridad. Suya, evidentemente. Alguien siempre aparentemente feliz, con las ideas claras, con planes vitales y diatribas religiosas. Aquel que pasó de mostrarme sus dudas existenciales a inundar mi facebook de alabanzas a un Diosito que nunca le abandona. Esa persona que quizás me pude encontrar en una de las mejores y más conocidas cantinas de Ciudad Ixtepec antes que en el albergue. Porque ahora trabaja en ella. Y es un buen trabajo. Duro pero bueno. Aunque ahora que pienso bien lo escrito, seguro que nunca me lo hubiera encontrado en la cantina porque yo no voy a cantinas. Me lo prohíbe mi religión. Una religión que profeso con tantas dudas como las que siempre tuvo este personaje del que les hablo y que se parece, sigue pareciéndose, a Craig Hodges.





Quizás todo lo que hemos escrito en esta historia no conforme ninguna historia ni ningún cuento del estilo de los que solían aparecer por aquí. Probablemente haya quien piense que eso es porque ya no tenemos mucho que contar o porque las historias se repiten o son menos interesantes según pasa el tiempo. Realmente todo es al contrario. Simplemente estamos cambiando. Como todo lo que nos rodea. Cambiamos para seguir siendo los mismos mientras intentamos dejar de ser los que éramos para que todo siga igual.

O algo así.

Pero eso, ya es otra historia...


jueves, 21 de agosto de 2014

Moriría por ti, pero no mataría...



Los días están llenos de conversaciones. No las dejamos escapar porque son únicas. E irrepetibles. Probablemente, nuestra labor aquí esté plagada de muchos matices y queremos pensar que sirve para mucho, pero lo que sin duda alguna nos llevaremos, de todas las experiencias que estamos viviendo, serán las conversaciones. Forzadas o casuales. Con confianza o recelo. No hay mayor impacto que el conocer de primera voz la realidad de muchos y muchas con los que convivimos a diario.




Las conversaciones suelen tener tres ejes sobre las que giran y que dependiendo de la importancia y la confianza que transmitimos pesan más o menos. El oculto pasado, el provisional presente y el incierto futuro.

Lo segundo y lo tercero están escribiéndose. Son etéreos y están en el aire. Pero están condicionados por lo primero. El que marca hasta al que lo intenta olvidar y lo oculta. Está presente hasta en la conversación con el más desconfiado y el que menos ganas tiene de contarte nada.


"Moriría por ti, pero no mataría.

Morir, no me duele morir; matar me lastima.

Moriría por ti, pero no mataría el canto del colibrí por mucho que me lo pidas.

Morir, recuerdo morir; matar se me olvida."

 

Muchos lo olvidan y no te lo cuentan. O quieren olvidar y precisamente por ello no lo cuentan. Muchísimos tienen muertes a sus espaldas. De todo tipo. Muertes gratuitas (¿Puede haberlas de otro tipo?) , muertes justificadas, muertes que conllevan más muertes.
Apretar el gatillo es muy rentable según que sitios y según qué edades. Y un gran número de personas que he conocido por aquí lo han apretado sin saber por qué ni cómo lo hacían. Otros tantos lo apretaron en defensa propia. Algunos no tuvieron más remedio.

Muchos de ellos dormitan. A todas horas. Tengan los que tengan en sus pasados. Son los que esperan. La gran mayoría. A la próxima salida del tren o a algo peor. Los que se aburren son los que llevan mucho tiempo aquí. Más que por falta de actividad, por ser conscientes de que llevan mucho tiempo allí, más van a seguir y no tienen nada concreto que hacer, aunque el albergue está lleno de posibles entretenimientos. Por ejemplo, pedirme tabaco. O preguntarme si estoy con la cruda.



Alguno confiesa que empezó a fumar mota (hierba) aquí. Porque no podía dormir por las noches. Por el sonido del tren. Lo tenía tan metido en la cabeza que el mero hecho de esperar que sonara ya le atronaba en los oídos de manera insoportable y no podía conciliar el sueño. La mota le ayudaba. En el albergue no se puede beber ni consumir drogas, pero muchos vuelven a dormir con evidentes signos de haberlo hecho. Si los policías de la puerta lo detectan les impiden la entrada. Pero hay muchos que ya se saben el tema y tienen sus maneras. Quizás no deba hablar de esto, pero es tanto de lo que he hablado ya que tengo miedo a repetirme. Como se repite el sonido del tren de manera que se te mete hasta el tuétano y te pinza dentro. Otro día se me abrazó alguien mientras llegaba el tren al oír y ver cómo reculaba, rechinaban todos sus engranajes y soltaba un latigazo de retroceso que se siente en lo más adentro. Probablemente sea de los abrazos más desvalidos que me han dado nunca y de los que más responsable me he sentido de tener que abrazar bien.



Enfrente mía también vi mucha gente leer los Evangelios. Algunos se pasaban días haciéndolo. Nunca me atreví a hablar con ninguno. Son tantas las conversaciones no buscadas que han empezado por ¿Usted conoce al Señor? Y que derivaron en un bucle difícil de escapar en el que me introducían en una experiencia de catarsis vital y caída a los infiernos que sólo Dios, el Señor y la Luz Divina pudo abortar que tengo miedo a que me conviertan a algo o simplemente me devoren más neuronas con un discurso religioso de redención que harían palidecer a los proselitistas mormones o Testigos de Jehová que encontramos en Europa.



Quizás esté dando vueltas a algo de lo que quiero hablar pero mi cabeza esté saturada de tanto de lo que debería hacerlo.  He hablado mucho de conversaciones y de muertes cuando lo más probable es que desee hablar de la vida. Moriría por vos, pero no mataría. Porque morir por alguien puede ser la forma de dar vida más grande que exista, aunque yo no tenga la menor intención de hacerlo. Vine aquí con gente maravillosa, me rodeé de personas excepcionales y encontré seres humanos que me han dado más vida de la que nunca podré llegar a gastar jamás.






lunes, 18 de agosto de 2014

Colores del Istmo





Un día escribí unas líneas que a todo quien las leyó le parecieron sombrías. Más tarde me dejé llevar por el optimismo y salieron letras divertidas y alegres. La mayoría de las veces dicen que los escritos que han ido apareciendo por aquí son, cuanto menos, agridulces.

Busqué en mi imaginario colectivo. Realmente lo llevo haciendo mucho tiempo. Cuando tienes cosas muy importantes alrededor que te hacen pensar mucho, algunos tenemos un mecanismo de defensa instalado de serie que nos lleva a tener pensamientos que en otros momentos más tranquilos ni siquiera sabemos que podemos llegar a ellos. A mí agridulce siempre me lleva a un restaurante chino con el consabido cerdo o a comentarios sobre las películas de Isabel Coixet.



Otro día decidí que tenía que ponerle remedio a todo esto. Todo esto considerando que no encontraba problema y es más difícil poner remedio a algo que no ves por dónde sangra que a una herida abierta y a la vista. Ese día pasó y le siguieron otros, incluso semanas. Y me dejé llevar por el día a día del Albergue sin recordar que debía buscar una solución a esto de los colores en los escritos.

Hasta que me encontré con él. Extraño. Contrahecho. Pequeñito. Salvadoreño. Todo estaba en él, aunque no tenga relación. Algún adjetivo más podría poner, pero no es necesario. Él impulsó esto, aunque no sea el protagonista principal, ni sepa nunca que inspiró estas líneas.



- Cuando me deportaron de México y volví a El Salvador, perdí los colores.
- ¿No hay colores en El Salvador?
- Sí los hay, pero son diferentes.
- ¿Por eso has vuelto?
- No. He vuelto porque allí no puedo estar. Me quieren matar. Desde que salí la primera vez.


México tiene mucho color. No conozco El Salvador, pero en México el color te abruma. En el Istmo, los colores son de una intensidad y una variedad que harían palidecer al mismísimo Leonid Afrémov. Mi psicoanalista aquí en Ciudad Ixtepec también palidecería si viera que he metido en un texto en Cooperación Scout a Leonid Afrémov y probablemente ni siquiera sepa quién es. Lleva mucho tiempo advirtiéndome de lo complicado que es seguir alguna de mis referencias y de lo pedante que resultan a veces. Yo me defiendo contándole lo subidito que estoy últimamente desde que salgo en la prensa mexicana como un importante antropólogo y asumiendo que su preparación como psicoanalista pasa por ser simplemente un amigo que acompaña tomando cervezas y que tiene buena conversación. Todo es confuso, peor el Istmo de Tehuantepec tiene color. No como Sevilla y su color especial. El Istmo está lleno de matices cromáticos. Y ha tenido que venir un salvadoreño pequeñito, contrahecho y bastante extraño, a recordármelo.



En el Istmo no existe la escala de grises. Sólo por las noches cuando la iluminación de las calles se hace prácticamente nula para un europeo acostumbrado a farola tras farola en el más pequeño de los pueblos de su tierra. El Istmo ha sacado el rosa en mi piel y el amarillo en algún compañero cuando se ha puesto enfermo. Aquí el cilantro pone verde todos los tacos y el quesillo da el blanco a las tlayudas. En Ciudad Ixtepec los uniformes del OXXO y del Banco Azteca son rojos, los del Coppel amarillos y de Telcell y Movistar azules. Pero los colores de los mandiles de las señoras que sirven tacos, tlayudas y garnachas no sé cómo son porque son multitud y brillan a pesar de la grasa que les cae encima. Piñatas y calendas, velas y celebraciones plenas de bandoleras de papel que dan color a cualquier excusa para festejar algo.

En el Albergue el negro siempre va con el blanco, en los frijoles y el arroz. El agua de Jamaica es roja, pero la horchata o el agua de limón o de pepino dan más gama cromática para acompañar la comida. El tamarindo y el mango, el tequila y el mezcal. Los taxis son verdes o amarillos, pero aparecen muchos rojos o verde y amarillos que vienen de Juchitán. Las combis son blancas con rayas verdes, amarillas y naranjas, aunque también hay combis con rebordes rojos o amarillos. La capilla de la Santa Muerte está llena de vidrios violetas, pardos, negros, morados y las iglesias evangélicas son blancas, pero sus rótulos en las paredes tienen multitud de letras en colores que van del rosa más chicle al peor de los azules.



Las mujeres se bañan con el traje tradicional de tehuana sin pensar que bajo el agua también se aprecia la preciosa combinación de colores de los bordados que caracterizan dicha indumentaria. Los puestos de raspados llenan los ojos de rojos, amarillos, naranjas, pero no pueden competir con los de paletas y nieves que hacen que el arcoiris sea una burda representación incompleta y simplificada el espectro cromático, a la manera de cualquier parlamento.

Los garífunas son lo más negro que se puede ver por el albergue, pero de ellos siempre llama la atención su maravilloso y atlético porte y la alegría y la jarana que son capaces de montar con un simple bidón a la manera de un tambor, aunque esto no tenga nada que ver con el color sino con su sentido del ritmo y la música. Lo más blanco aquí es la camisa del Padre Solalinde y las sonrisas que mis compañeros y compañeras regalan por doquier a pesar de estar rodeados y rodeadas de tanto drama humano un día sí y otro también.




Los sismos que últimamente son de baja intensidad pero diarios, no tienen color, pero el sol de justicia, la limpieza del cielo y las esporádicas (muy, muy esporádicas y muy, muy a nuestro pesar) tormentas tienen el color del inevitable limón, presente en toda comida o bebida que se quiera llamar así, y el de la oscuridad que no sufre de agentes externos que la debiliten.

El rojo, blanco y azul de la bandera estadounidense es el estímulo final de muchas y muchas que lo asumen como el sueño al que aspirar porque no encuentran otra vía a su vida. Y sobre las vías que conducen al sueño (pesadilla) americano cabalga haciendo un ruido infernal de miles de colores tenebrosos, una Bestia que está compuesta por muchos vagones grises, marrones, pardos y blancos que están llenos de colores de equipos de fútbol y propaganda de políticos de las raídas playeras que visten muchos migrantes que van encima.




El otro día pregunté por aquí si no había helados de sabor tutti frutti. Me miraron raro. Me puse las gafas de sol para que los colores no me deslumbraran más de debido, ahora que ya casi los he interiorizado y estoy a punto de abandonarlos camino de retorno a los grises de la Vieja Europa...