domingo, 10 de noviembre de 2013

Viajar lejos no es fácil. Llegar cuesta…




Por mucho que se empeñen, doce horas de avión no siempre son doce horas de avión. Algunos diríamos que son más de doce. Seguro. Pensarlo detenidamente.

Estamos intentando contaros algo que os haga saber dónde estamos, qué hacemos y cuál es el plan a seguir. Lo entendemos. Pero prácticamente ni hemos llegado. El avión y esas cosas. Los retrasos en inmigración. El transfer casi perdido. Este autobús desde donde deberíamos de escribir estas líneas antes de llegar por fin a Ixtepec, pero que a pesar de ser de primera clase o de lujo, cuesta mantenerse erguido y no salirse del asiento. Como para acertar con las teclas… Cierto es que el camino marca y todo es bello y abrupto. Probablemente lo de abrupto sea lo que hace ser bello este camino de seis horas entre Oaxaca y Ciudad Ixtepec. Alguno se marea con tanta curva, subida y bajada, y no piensa lo mismo, pero es un bonito camino. 


Visiones de Oaxaca I: El tiempo pasa, despacito...


Llueve. Cuando nos aproximamos a Ciudad Ixtepec está lloviendo. La ciudad donde dicen que nunca llueve por su especial situación, por sus vientos, nos recibe con ambiente tormentoso y gotas. Unas horas antes en Oaxaca nos asábamos de calor. Mucho antes (parece que ha pasado un siglo) Madrid nos pegó la patada con un más que aceptable frío de mañana de Noviembre, un sobrepeso considerable en las maletas y la promesa de tierras cálidas al final del día. O en otro día, que con esto de los cambios de husos horarios nunca se sabe muy bien en qué hora está bien pedir el desayuno o llamar a tu madre para decir que todo va bien sin que te desherede por lo intempestivo del momento.

Un vuelo de doce horas puede durar más de doce horas si tienes que ver “Los Pitufos 2” o si tienes que descifrar el porqué hay tanto fan mexicano de Tierra Santa en el vuelo. La marca Jerusalem es la más repetida por todo el avión y películas extrañas con imágenes de Jerusalem con Kirk Cameron de guía en tablets de lo más moderno competían con la definición VHS Style de las pantallas del avión de Iberia en el que íbamos como sardinas pero tenía un asiento reservado porque en él se montó Rafa Nadal tras ganar algún torneo de esos que tanto gana él y suponemos, si nos fiamos de Iberia, que volvió con el trofeo correspondiente en ese avión. Y en ese asiento, que no estaba en la zona en la que viajábamos nosotros.

¿Saben lo que es tirarse casi dos horas en un control de inmigración? ¿Lo han vivido? Esa sensación de ir sobrados porque llegamos con tres horas para hacer el transfer y encima el avión había aterrizado con adelanto. Esa teníamos. Pero parece ser que en Mexico DF ese día tocaba Melendi, Sebastián Zubiri, o algún artista de fama planetaria, porque la acumulación de gente en la aduana no la habíamos visto ni en Nueva York (Sí, estamos muy viajados nosotros y conocemos muchos controles de inmigración y aduanas). No es que nos retuvieran mucho tiempo en la aduana, sino que las colas para llegar eran inmensas. Aclarado queda por si alguien cree que tenemos problemas de legalidad con nuestros papeles o nuestras personalidades.

Si a eso le unimos confirmar que el carácter y el ritmo mexicano supera ampliamente la media de concentración de horchata en sangre de cualquier ciudadano conocido hasta el momento, la cosa pintó en muchos momentos colores que componían un cuadro que simbolizaba nuestra aventura empezando por obligación no buscada con una noche en México DF. Finalmente no se produjo pese a que alguna auxiliar de vuelo parecía muy empeñada en ello dándonos tarjetas de embarque duplicadas para alguno de los tres, con la consiguiente ausencia de tarjeta para otro… Todo ello, con cinco minutos para el despegue del vuelo.


Visiones de Oaxaca II: De amores y otras historias.


Finalmente llegamos a Oaxaca, a un aeropuerto cuasi desértico pese a ser una zona turística, en la que sufrimos la ausencia de una de las “pequeñas” maletas con sobrepeso que llevábamos que aparecería al día siguiente por el hostal que nos acogió en tan bonita ciudad.
Porque Oaxaca es muy bonita. Una ciudad turística, con una arquitectura colonial y unos colores que dan placer incluso al ojo menos sensible e impresionable. Una bella villa (siempre quisimos poner en algún texto algo tan extrañamente sonoro como beLLa viLLa) a la que tendremos que volver para verla y gozarla en profundidad, ya que los diversos estados de jet lag, la ausencia de maleta de uno nosotros (con la consecuente falta de aseo) y el carácter de perros de otro, sumados al escaso tiempo de paso antes de partir hacia Ciudad Ixtepec, no nos dejó hacerlo y nos quedamos con ganas. 

Visiones de Oaxaca III: No olviden supervitaminarse y mineralizarse...


Ahora las ganas de empezar están a flor de piel, en un hostal con un bonito estilo del México colonial, decoración de aquellos tiempos y servicios y comodidades propias de un tiempo previo a la fundación del estado, haciendo juego con su estilo y sus Lupitas decorando la corrala que lo alberga. No debemos criticar mucho sus prestaciones porque si estáis leyendo esto es que su wifi ha funcionado y hemos podido subir el post. 

No todo va a ser quejas e incomodidades, más que nada porque habrá que irse yendo a dormir, que mañana empieza el lío muy tempranito. Ya es hora de ponerse en marcha y empezar a introducirnos en la harina del proyecto.
¡Buena ruta!

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