La
Bestia es muy mala. Es una máquina infernal que destroza vidas,
familias, sueños, proyectos. Literalmente hablando, amputa y rompe.
He conocido a muchas personas que la han vivido desde arriba, por
haberse montado en ella, que no quieren ni siquiera volver a hablar
de tremenda caravana del demonio. Pero La Bestia no tiene toda la
culpa. Es “simplemente” un brazo ejecutor del podrido sistema.
Estos
días EEUU ha levantado la voz. Ver como los medios de comunicación
de la comunidad internacional se hace eco de la cantidad de niñas y
niños migrantes que recluye en centros de internamiento para
migrantes o deporta debido a la afluencia masiva tras sus fronteras,
ha sido suficiente para que le surja un pequeño rubor y gire la
mirada hacia otro lado desviando la verdadera magnitud del problema.
EEUU grita excusas, México recibe la culpa y la despeja rápidamente
como buen y obediente lacayo, a los países centroamericanos
productores del flujo migratorio que aborda a La Bestia y cruza, o lo
intenta, este bendito país en pos del cada vez más pesadillesco
sueño americano. México dice ahora que va a impedir que losmigrantes suban a La Bestia. Estamos a la espera de ver qué
significa eso y cuál es el reflejo en un movimiento migrante que es
imparable, pase lo que pase.
Hemos
debatido mucho sobre este tema. Estamos hartos de filosofar sobre
cómo se puede abordar adecuadamente el problema migratorio que
desangra Centroamérica y que tanto molesta de cuando en cuando al
gran gigante del norte. Evidentemente, no somos quiénes ni tenemos
soluciones para algo que ignora sistemáticamente la comunidad
internacional. Lo único claro es que sentimos cómo alguien ha
señalado la luna y el tonto ha mirado el dedo. La Bestia está
rodeada de intereses mayores a cualquier disposición que pueda
aportar el Gobierno Mexicano. Probablemente será imposible impedir
que quien quiera, se suba en ella. A muchas personas les va la vida
en subirse y a muchas otras, el negocio en que suban. La escasa
velocidad que lleva La Bestia hace que hasta alguien como yo se pueda
subir en marcha sin problemas. Y, si se diera el caso de conseguir
que La Bestia viaje sin nadie en sus lomos, esto no acabaría con el
flujo migratorio, sino que abriría otras rutas mucho más
diversificadas y peligrosas. Mirar el dedo cuando se señala a la
luna es de tontos que no ven la luz de lo enseñado.
Soy
proclive a poner comparaciones o alegorías de lo más rebuscadas y
estúpidas para explicar cosas que quiero decir. Quizás sea un
problema de lenguaje o una mala conexión de unas neuronas infectadas
de cultura basura durante tantos años machacándolas con todo tipo
de estímulos extraños y más o menos convenientes. Pero siempre
suelo intentar guardarlas o adaptarlas a los contextos donde ser
dichas. Hoy voy a ignorar el filtro. Perdonen de antemano...
Todo
este tema me recuerda a un capítulo de “90210 - Sensación de
Vivir”, aquella serie tan maravillosa que nos marcó a toda una
generación y que hizo que anheláramos ser una estudiante más de
Beverly Hills y ser invitadas a barbacoas en el jardín de los Walsh.
En aquel capítulo se debatía en nuestro amado High Scholl, la
pertinencia o no de instalar una máquina de preservativos en él. La
tensión del capítulo se podía cortar con un cuchillo fotograma a
fotograma y todos estábamos con el corazón en un puño esperando
cuál sería el desenlace y qué postura adoptarían nuestros héroes
de la pequeña pantalla. Los Dylan, Brandon, Kelly, Brenda y demás.
Pero lo que no esperábamos nunca y nos encontramos para dejarnos
totalmente epatados, fue que tomara protagonismo Donna Martin. La
virgen del grupo. Probablemente el personaje menos preferido para
todos. La hija del productor metia con calzador en la serie... En un
maravilloso giro del guión, digno de los mejores momentos de “The
Wire”, “Los Soprano” o alguna que otra teleserie que están en
el olimpo del género, Donna, de la que todos esperábamos que
estuviera en contra, debido a sus convicciones, se mostró a favor de
la maldita máquina de condones, desatando la euforia de todos y
consiguiendo que la decisión se fuera a su terreno. Donna expuso que
aquello era como si tenía una piscina en casa. Podría construir un
muro cada vez más alto para que sus hijos no saltaran y se ahogaran
en ella. Pero por muy alto que fuera el muro, tarde o temprano, los
niños saltarían y se zambullirían en la piscina. ¿No sería mejor
enseñarles a nadar? Aquello fue el acabose y todo el mundo rompió a
aplaudir mezcla de la sorpresa y de la admiración por su posición
en el tema.
Mis
neuronas y mi insuficiente cultura friky me impiden recordar más de
cómo acabo aquel maravilloso capítulo. Quizás no sea importante.
Seguramente todo no sea más que algo que hay que ver con la
perspectiva adecuada. Prohibir la subida a La Bestia, sin más, sin
ninguna otra medida que lo acompañe y que cree un modelo que pueda
paliar en cierta medida el drama que supone migrar por México, no
sirve para nada. Quizás sea necesario que el tonto deje de mirar al
dedo y ponga sus ojos en la luna para que toda su luz le indique cómo
actuar.
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