“Ernest
Hemingway escribió una vez:
"El mundo es un buen lugar por el
que vale la pena luchar".
Estoy de acuerdo con la segunda parte.”
(“Seven”,
David Fincher, 1995)
(FOTO: Alejandra Castrejón) |
He
conocido mucha gente por aquí. A buenas y a malas personas. Pero
sobre todo a buenas. Las últimas son anecdóticas y habría mucho
que analizar sobre ellas. Las primeras son las consiguen que cada día
tengas ganas de esforzarte un poco más por aportar ese pequeño grano
de arena que unido a muchos otros, afortunadamente muchos más de lo
que parece, pueda mejorar la situación de emergencia humanitaria en
la que estamos inmersos en este país tan maravilloso e injusto a la
vez.
Hacía
tiempo que quería escribir algo sobre ellas y ellos. Sobre las
personas que empujan más fuerte que La Bestia. Los seres humanos que
consiguen que merezca la pena luchar. Quienes me reconcilian conmigo
mismo y con la posibilidad de un mundo mejor. O, al menos, menos
malo.
La
foto tiene toda la fuerza y la belleza de las personas que son
protagonistas de ella. Inma y Miguel. Miguel e Inma. No tienen nada
que ver el uno con la otra ni la otra con el uno, pero ambos son
indispensables y trabajando juntos llegan aún más lejos. Inma
es una de las cooperantes estrella del Proyecto que llevamos a cabo
desde ASDE – Scouts de Extremadura financiado por la AEXCID. Miguel
es psicólogo Médicos Sin Fronteras.
Curiosamente,
conocí antes a Miguel que a Inma. Pero a los dos los he visto dar
todo y un poco más allá, aún a costa de su salud, por una causa en
la que están embarcados sin posibilidad de inhibición. Seguro que
hay mucha gente de la que debería escribir. Como siempre, mi punto
de mira o mi foco de atención pueden variar con el soplar del
viento. Y estamos en un tierra tremendamente ventosa. Pero Inma y
Miguel son los protagonistas de la foto. Protagonistas de mucho de lo
que pasa o deja de pasar en el Albergue Hermanos en el Camino.
Inma
dice que no ha posado. Que la foto ha salido así. Por supuesto que
no la creo. Pero con Inma es imposible discutir. No porque no
tengamos diferentes puntos de vista, sino porque cuando le planteo el
conflicto, ella sale por otro lado airosa, con la cabeza alta y limpia
de polvo y paja.
Miguel
es probable que no sepa de la existencia de esta foto. Y menos aun de
que alguien la está viendo y leyendo las líneas que componen este
texto. Tendré que decírselo en algún momento. Pero a Miguel no es
fácil contarle cosas tan banales como esta. Con Miguel hablas horas
y horas, profesional o personalmente, y el nivel nunca baja. Por muy
de risas que estemos.
La
historia que esta foto tiene detrás podría escribirse en varios
capítulos y con diferentes protagonistas. Pero esta foto es muy
hermosa. Es mágica. Tiene un par de rostros y, sobre todo, dos
miradas con las que podría ir a luchar contra cualquier cosa porque
sé que me protegerían hasta la última de sus fuerzas. Me siento
terriblemente orgulloso de compartir tiempo, lugar y labor con estas
dos extraordinarias personas. Como con los que comparto tiempo y
sudores desde que llegué y bastantes de los que han pasado por aquí.
Aprender y trabajar codo con codo. Luchar y empujar como uno solo.
Creer que otro mundo es posible y sonreírnos haciéndonos soñar con
un presente mejor para todas y todos los migrantes que pasan por
aquí, y un futuro esperanzador para las y los que vengan.
Con
Inma vivo y comparto proyecto y Miguel es posiblemente la persona con
la que más tiempo he pasado aquí en Ciudad Ixtepec. Pero, por
encima de ello, son dos seres a los que admiro mucho porque trabajan
un campo tan tremendo y difícil como es el de las emociones humanas.
Son los primeros que se acercan a las personas dañadas, vejadas,
violentadas en esa parte del ser humano que aparentemente no se ve.
Ese trabajo para el que no todos estamos preparados porque el luchar
contra los fantasmas mentales de aquella que ha sido violada,
secuestrada, agredida o asaltada con saña y desprecio es algo que no
todos podemos ni siquiera intentar. Descubrir cada día más y más
casos que vulneran lo más esencial de una persona, sobre todo con
las mujeres, e intentar trabajarlo y paliarlo es algo que debería
reconocerles cada minuto que pase cerca de ellos. Admirarlos. Y
ponerles un templo para poder adorarlos, aunque sepa que eso no les
apetecería mucho...
Posiblemente
la historia de esta foto le diga muy poco a quienes la lean y no
conozcan a las personas detrás de esos rostros. Seguro que muchas
personas asiduas a este rincón donde compartimos nuestras vivencias
se hayan encontrado con algo que no esperaban porque no están
acostumbradas y quizás no les despierte demasiado interés. Pero en
esta foto hay una mujer y un hombre que son la cara y la imagen de
dos personas de esas que merece muchísimo la pena conocer. De esas
que consiguen que piense que vale la pena luchar. Pero, sobre todo,
de esas que hacen que sueñe conque el mundo puede, pese a todo, ser
un buen lugar.
Gracias
por todo, compañeras y compañeros.
Gracias
Inma y Miguel.
Gracias.
Bonus Track: Morgan Freeman casi siempre tiene razón...
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