jueves, 24 de julio de 2014

Historia de una foto (Volumen 5): Caras que te reconcilian con el género humano





“Ernest Hemingway escribió una vez: 
"El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar". 
Estoy de acuerdo con la segunda parte.”

(“Seven”, David Fincher, 1995)



(FOTO: Alejandra Castrejón)


He conocido mucha gente por aquí. A buenas y a malas personas. Pero sobre todo a buenas. Las últimas son anecdóticas y habría mucho que analizar sobre ellas. Las primeras son las consiguen que cada día tengas ganas de esforzarte un poco más por aportar ese pequeño grano de arena que unido a muchos otros, afortunadamente muchos más de lo que parece, pueda mejorar la situación de emergencia humanitaria en la que estamos inmersos en este país tan maravilloso e injusto a la vez.

Hacía tiempo que quería escribir algo sobre ellas y ellos. Sobre las personas que empujan más fuerte que La Bestia. Los seres humanos que consiguen que merezca la pena luchar. Quienes me reconcilian conmigo mismo y con la posibilidad de un mundo mejor. O, al menos, menos malo.

La foto tiene toda la fuerza y la belleza de las personas que son protagonistas de ella. Inma y Miguel. Miguel e Inma. No tienen nada que ver el uno con la otra ni la otra con el uno, pero ambos son indispensables y trabajando juntos llegan aún más lejos. Inma es una de las cooperantes estrella del Proyecto que llevamos a cabo desde ASDE – Scouts de Extremadura financiado por la AEXCID. Miguel es psicólogo Médicos Sin Fronteras.

Curiosamente, conocí antes a Miguel que a Inma. Pero a los dos los he visto dar todo y un poco más allá, aún a costa de su salud, por una causa en la que están embarcados sin posibilidad de inhibición. Seguro que hay mucha gente de la que debería escribir. Como siempre, mi punto de mira o mi foco de atención pueden variar con el soplar del viento. Y estamos en un tierra tremendamente ventosa. Pero Inma y Miguel son los protagonistas de la foto. Protagonistas de mucho de lo que pasa o deja de pasar en el Albergue Hermanos en el Camino.

Inma dice que no ha posado. Que la foto ha salido así. Por supuesto que no la creo. Pero con Inma es imposible discutir. No porque no tengamos diferentes puntos de vista, sino porque cuando le planteo el conflicto, ella sale por otro lado airosa, con la cabeza alta y limpia de polvo y paja.

Miguel es probable que no sepa de la existencia de esta foto. Y menos aun de que alguien la está viendo y leyendo las líneas que componen este texto. Tendré que decírselo en algún momento. Pero a Miguel no es fácil contarle cosas tan banales como esta. Con Miguel hablas horas y horas, profesional o personalmente, y el nivel nunca baja. Por muy de risas que estemos.

La historia que esta foto tiene detrás podría escribirse en varios capítulos y con diferentes protagonistas. Pero esta foto es muy hermosa. Es mágica. Tiene un par de rostros y, sobre todo, dos miradas con las que podría ir a luchar contra cualquier cosa porque sé que me protegerían hasta la última de sus fuerzas. Me siento terriblemente orgulloso de compartir tiempo, lugar y labor con estas dos extraordinarias personas. Como con los que comparto tiempo y sudores desde que llegué y bastantes de los que han pasado por aquí. Aprender y trabajar codo con codo. Luchar y empujar como uno solo. Creer que otro mundo es posible y sonreírnos haciéndonos soñar con un presente mejor para todas y todos los migrantes que pasan por aquí, y un futuro esperanzador para las y los que vengan.

Con Inma vivo y comparto proyecto y Miguel es posiblemente la persona con la que más tiempo he pasado aquí en Ciudad Ixtepec. Pero, por encima de ello, son dos seres a los que admiro mucho porque trabajan un campo tan tremendo y difícil como es el de las emociones humanas. Son los primeros que se acercan a las personas dañadas, vejadas, violentadas en esa parte del ser humano que aparentemente no se ve. Ese trabajo para el que no todos estamos preparados porque el luchar contra los fantasmas mentales de aquella que ha sido violada, secuestrada, agredida o asaltada con saña y desprecio es algo que no todos podemos ni siquiera intentar. Descubrir cada día más y más casos que vulneran lo más esencial de una persona, sobre todo con las mujeres, e intentar trabajarlo y paliarlo es algo que debería reconocerles cada minuto que pase cerca de ellos. Admirarlos. Y ponerles un templo para poder adorarlos, aunque sepa que eso no les apetecería mucho...

Posiblemente la historia de esta foto le diga muy poco a quienes la lean y no conozcan a las personas detrás de esos rostros. Seguro que muchas personas asiduas a este rincón donde compartimos nuestras vivencias se hayan encontrado con algo que no esperaban porque no están acostumbradas y quizás no les despierte demasiado interés. Pero en esta foto hay una mujer y un hombre que son la cara y la imagen de dos personas de esas que merece muchísimo la pena conocer. De esas que consiguen que piense que vale la pena luchar. Pero, sobre todo, de esas que hacen que sueñe conque el mundo puede, pese a todo, ser un buen lugar.

Gracias por todo, compañeras y compañeros.
Gracias Inma y Miguel.
Gracias.









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