martes, 17 de marzo de 2015

La mirada del adiós (O cómo poner un titulo agridulce a una historia de risas y llantos, de anhelos, esperanzas y despedidas, de gratitud y deuda, de denuncia y ruego, sin que quede demasiado largo y no perdamos la oportunidad de que tú nos leas. Tú que siempre has estado leyendo estas líneas y que tanto nos has acompañado)





Ayer conocimos a una persona que le gustaba pensar que podía cambiar el mundo. Esa persona llevaba un tiempo recaudando fondos y haciendo campañas y acciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de los migrantes en tránsito por México. Una de tantas. Menos de las que se necesitaría y más de las que hace un tiempo nosotros pensábamos que habría. Esa persona vivía con pocas prioridades. Y sin duda, la más importante era esa: Dedicar todo su esfuerzo y dedicación a esta causa. ¿Nos podemos imaginar alguno de nosotros teniendo una vida que gira en torno a esta causa casi exclusivamente? Quizás le hemos dedicado un largo tiempo de nuestras vidas, pero la realidad de mucha gente a la que hemos conocido por aquí nos hace plantearnos muchas cosas. Al indicarle con mucho interés e humildad que quería que me contara qué y cómo hacía todo en su vida, por qué dedicaba todo a este tema, no supo qué responderme. No es un caso aislado, pero tampoco es lo común. Defender algo sin esperar nada a cambio. Hacer todo lo que está en tu mano y más, y no querer si quiera que se hable de ti.




Hace poco hemos conocido a un nigeriano que ha aparecido por el Albergue. Un migrante, no un voluntario. Un nigeriano en tránsito por México. Esos casos que te sorprenden y que no te acostumbras a ver porque te parecen extrañísimos. Aparte de él, hemos visto a un bangleshí (¿Se les llama así a los de Bangladesh?), varios haitianos, e infinidad de cubanos. Procedencias que no son las habituales y que rozan lo impensable en el camino que estamos. La historia del nigeriano daría para escribir varias entradas aquí. Pero lo mejor de él, o lo mejor con él, han sido las risas. Lo que nos ha hecho reír sin proponérselo y lo que nos ha querido enseñar sin que mostremos ningún interés (más bien al contrario): Uno de cada cinco negros en el mundo es nigeriano. Esto es tan así como que lo dice él. Igual que nos afirma sin ningún rubor que Franco era un gran tipo. Así, sin anestesia. Franco hizo mucho bien por África y por España. Llenó África de iglesias. Hizo mucho bien porque sin Franco España ahora no sería un país católico. Y los católicos son mejores personas que los demás. En todos los sitios hay buena y mala gente, pero Franco era muy buena gente y consiguió que España estuviera llena de mejores personas. Porque en España había mucho malo. Probablemente los razonamientos son más largos y haya más conclusiones, pero es lo único que acepté oír con una media sonrisa mientras trataba de zafarme de un nigeriano fornido de casi dos metros que trataba de contarme todo esto y más, en inglés, sin entender que si yo tiraba hacia un lado mientras él me agarraba del brazo y tiraba hacia otro, quizás quisiera decir que no me interesaba demasiado. Momentos después de zafarme de él, y ya con mi integridad mental (y física) a salvo, sopesé todas estas reflexiones que tuvo a bien compartir para archivarlas en algún sitio extraño y dejarlas por aquí no fuera a ser que mi nivel de inglés no hubiera dado lo suficiente y lo que él quisiera decir es que hay tanta la gente católica como de otras religiones o no creyentes buenas, que la moneda de curso legal en Francia antes del Euro era el Franco y que no debía sentirme intimidado por su majestuosa e imponente presencia física (la del nigeriano, no la de Franco, que si mal no tengo entendido era un señor bajito y más bien poca cosa).

Quizás sólo sean cosas de la difícil comunicación cuando los diversos idiomas y acentos te hacen ver que a veces no es tan fácil. Como me pasó con el bangladeseño (¿Se les llama así a los de Bangladesh?) que hablaba un inglés infinitamente peor al mío (ya es decir) y se comunicaba casi exclusivamente con alguno de nosotros y con dos haitianos que sólo hablaban en francés. Por supuesto, con él sabiendo tanto francés como yo serbocroata... Pero estaban las sonrisas. Siempre están las sonrisas. Y la del bangladesano (¿Se les llama así a los de Bangladesh?) era genial, como la de Apu el del Badulake del los Simpsons, aunque se empeñara en convencerme de que Apu era hindú y él era bangadesino (¿Se les llama así a los de Bangladesh?). Una risa contagiosa, como la del nigeriano. Aunque la del nigeriano era, como todo él, grandiosa e inmensa. 



No vamos pronto. Oficialmente nuestro proyecto ya ha terminado. Los momentos de lágrimas están a la orden del día esta semana en la que ya simplemente estamos recogiendo y atando los últimos flecos. Pero llevamos mucho tiempo llorando. Más o menos literalmente. Te puedes llegar a endurecer y casi insensibilizar con muchas cosas que ves por aquí, pero después de más de un año, entre unas fases y otras del proyecto, no hemos conseguido ser esas rocas frías que pueden con todo lo que se encuentran sin que les afecte. Por eso hemos desarrollado una gran capacidad de acumulación de bellos momentos, de gestión de risas y bromas, de relativización de la desgracia, empujados por los propios protagonistas de las mismas. Y en este, el más que probable último relato de lo acaecido aquí en Ixtepec, queremos primar esas risas, esos buenos momentos, por encima de cualquier llanto que ya es imposible de eliminar de esta mirada del adiós.

Nos reímos mucho con los cubanos. Mucho. A pesar de que lo vienen pasando fatal. Hay historias tremendas de balsas cubanas que tratan de llegar a la península del Yucatán y con alguna racha de aire, muy habitual en todos los casos, acaban en Colombia, Venezuela... Y los más “afortunados” en Panamá o Nicaragua. Viajes con un tiempo determinado que se convierten en odiseas de semanas sin comida ni agua, con casos durísimos de algunas mujeres embarazadas hasta de seis meses. Pero llegan ilusionados. Con la sonrisa y el buen ánimo por delante. Algunos suben desde Ecuador. Es un país al que pueden volar y creen que desde allí todo es sencillo. Pero les queda cruzar toda Centroamérica. Y después, lo peor de todo: México. Aquí un cubano es un premio gordo para las mafias y para los corruptos agentes migratorios. Son retenidos en estaciones migratorias y amenazados porque todo el mundo sabe que son un caso especial: Si alguien de la isla llega a Estados Unidos, por aquello de las leyes del gran hermano gringo, ya no tiene ningún problema, por lo que se supone que tienen familiares y una importante red de apoyo ya establecidas en suelo yanky. Y eso suele sugerir que tienen dinero o que pueden ser ayudados con facilidad. La realidad es muy diferente. Los cubanos sufren en el camino por todos lados. Las extorsiones por parte de todos los agentes que actúan en este drama humano, los chantajes cuando son recluidos en las estaciones migratorias y la desconfianza y el recelo de demás migrantes porque no los consideran de “los suyos” y temen que sean chivatos o actúen en su contra por aquello de que su realidad es muy diferente. En los últimos tiempos se suceden las llegadas al Albergue de grupos de cubanos. Suelen ser rescatados de estaciones migratorias desde las que piden auxilio por las vejaciones y extorsiones que allí sufren y ser “adopados” y tutorizados haciéndose responsable de ellos ,se ha convertido en una tarea más de las múltiples que tiene el Padre Solalinde.



 

Ese Padre que te hace reír a la menor oportunidad. Esa persona que a pesar de vivir en permanente peligro, con dos federales a su custodia, no para de correr y seguir yendo a todos los sitios donde se le demande y pueda hacer algo bueno. Para rematar su puesta en la picota y por si no tuviera suficientes enemigos y amenazas, ahora trabaja en la Comisión de la Verdad para esclarecer crímenes políticos cometidos en el Estado de Oaxaca que llevan mucho tiempo ocultos y enterrados por falta de voluntad política y de interés, y se ha convertido en una de las voces más críticas y uno de los dedos acusadores más cualificados contra el gobierno mexicano en el tema de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. 6 meses ha pasado ya de ello y cuesta encontrar a alguien en México que no esté plenamente convencida de que fue un crimen de estado. Pues este hombre sonríe y hace sonreír. Explica por qué está metido de lleno en la creación de una Asamblea Ciudadana Constituyente que reformule y refunde este país, y nos quiere y apoya a todos y todas porque, las y los que por aquí pasamos y hacemos algo en este albergue, somos y actuamos, según sus palabras, como una secta punk.

Pero una secta constructiva, de personas libres y comprometidas. No como aquella de la que escapó un hondureño tras salir de la cárcel perdido. A una cárcel que fue por cometer un error escapando de la Mara Salvatrucha. Una cárcel con la que no se puede bromear nunca. Con la cárcel no. Nunca. Aunque la relación habitual que tenemos con él, como tiene él con casi todo el mundo, es bromear y reírnos de cualquier cosa, constantemente. Sin ser capaces de intercambiar más de dos o tres frases sin que aparezca un chiste o un albur que nos haga reír. 


 

Albures continuos. Ha sido la forma de relacionarnos con muchos por aquí. Inevitablemente. Como los de una salvadoreña que no para de pedirme que la lleve a la playa a pasear desnudos, que la traiga a España o que me case con ella sólo por los papeles. Pero sin sexo, sólo casarnos por interés. Porque al rato ya no le interesa el sexo. Y cada cierto momento encuentra algún candidato más oportuno. “¿Sabes?, ya he decidido que ya no me quiero casar contigo. Ahora tengo a otro.” Risas. Estridentes a veces. La oye todo el albergue. Y la gran mayoría huye de ella. Es difícil de tratar porque también tiene sus momentos agresivos, sus caídas en la tristeza, sus comportamientos erráticos siempre paseando sobre sus pies descalzos por muchos zapatos que se le hayan dado. Doné mi libro “El Párpadodel Puercoespín” a la biblioteca del Albergue la primera vez que me fui. Ella lo destrozó hace poco. No le he hablado con ella ni seguramente sepa qué libro era ni por qué. Lo hace con muchos libros. Aunque esto sea anecdótico. En los últimos tiempos va a mejor. Tras diagnosticarle esquizofrenia está trabajando con psicólogos habitualmente y está más tranquila. Pero sigue haciendo reír a muchos. A pesar que de una mujer como ella, que creció teniendo que disparar con morteros a helicópteros en la guerra de El Salvador, que tuvo que organizar guerrillas de mujeres y sobrevivir a masacres y exterminios, matar y torturar, lo último que esperas es que se ría o que te haga reír. Risas agridulces a menudo. Pero risas si no lo piensas demasiado. Y una risa puede mover el mundo.

Como el mundo de uno de mis mejores cuates aquí. Alguien que en la intimidad que te da muchas horas de convivencia, me contó qué le había llevado al Albergue y por qué para él era tan importante y vital estar allí: Todo empezó con unas risas. Como casi todas las bonitas historias. Conoció una chica. Otra salvadoreña. Intimaron con rapidez y pasaron una noche eterna conversando alrededor de unas botellas. Hace tiempo de ello. En otro lugar. Quizás la conversación nocturna más larga e intensa que nunca tuvo. Como dos personas que se encuentran y conectan en la noche de México DF o de cualquier otra parte del mundo. Pero la conexión y la fascinación por ella se convirtió en compromiso personal y en necesidad vital por hacer algo. Este cuate escuchó con horror toda la historia de alguien que salió de su país por la violencia. Que emprendió un camino pasando por todo tipo de vejaciones. Una mujer que encontró el amor y que creyó que todo el mundo cambiaba por fin para ella. Que ayudó a la persona de la que se enamoró a cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos aunque al final la traicionara y volviera a encontrarse perdida y en peligro. Que pasó por muchas terribles circunstancias más hasta conseguir llegar, a petición de su amor, a Los Ángeles (California), para allí recibir la estocada de gracia cuando éste le volvió a traicionar denunciándola a inmigración cuando se volvió a aprovechar de ella y la hizo volver a su lado, como a tantas otras, para acabar deportada de nuevo de la peor de las maneras. Esta historia que cambió la historia de mi cuate. Que sintiera en ese momento que tenía que hacer algo y ese algo le trajo aquí. Ahora es pieza fundamental en el Albergue. Su experiencia catártica está sirviendo para que cambie la vida de muchas personas. Porque de una noche de conversación y risas agridulces surgió algo que está salvando algunas noches de terror de mucha gente.




Nos vamos. Nos queda la mirada del adiós. Pero en esa mirada esperamos, sin ver, que todas las risas y llantos, hayan servido para cambiar un poco, la vida de mucha gente que tanto nos hizo, hace, y nos hará reír y llorar.





B.S.O.: "La mirada del adiós" (Los Rodríguez)

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